Michael Kors nos transportó a un rincón mágico de Nueva York con su deslumbrante desfile de moda, que tuvo lugar en el emblemático Domino Park, bajo el majestuoso puente de Williamsburg, con el East River a sus pies y una vista inigualable de Manhattan y la Torre de la Libertad al fondo. Sin embargo, este evento no pudo evitar la solemnidad que envolvía a la ciudad en un día tan importante como el 11 de septiembre, cuando se rinde homenaje a las víctimas de aquel trágico acontecimiento. La vicepresidenta Kamala Harris y el alcalde Eric Adams se unieron a las familias en la lectura anual de los nombres de los 2996 fallecidos en aquel atentado.
Con una habilidad única para conectar con las emociones, Michael Kors comenzó a tejer su historia desde el momento en que se escuchó la primera nota de la banda sonora, una mezcla de éxitos del difunto Burt Bacharach, interpretados de manera magistral por la Filarmónica de París, culminando con la voz de Diane Warwick entonando «What the World Needs Now is Love Sweet Love». Fue un recordatorio sutil pero conmovedor de la importancia del amor y la unidad en tiempos de pérdida.
En la pasarela, Kors nos presentó una colección que capturaba a la perfección el espíritu del estilo estadounidense de alta gama. Su visión de «glamour descalzo» nos llevó a unas vacaciones envueltas en elegancia y comodidad atemporal, todas ellas con un vínculo con el agua que rodea este pintoresco lugar. Kors demostró su maestría al crear siluetas esbeltas con cortes imperio y dobladillos más cortos, utilizando materiales como la malla de cachemira/algodón y el encaje. Desde vaqueros hasta camisetas elaboradas con encaje bordado y minivestidos de cóctel tejidos a mano, cada prenda irradiaba esplendor.
Los bolsos también deslumbraron con totes de piel tejidos en la Toscana y bolsos de macramé tejidos a mano con borlas fabricados en Roma. Kors tenía un objetivo claro: ofrecer moda atemporal, perfecta para destinos de ensueño como St. Barths, St. Tropez o Bali. La transparencia y la frescura fueron la clave, con vestidos veraniegos de seda que se combinaban a la perfección con elegantes sandalias.
Uno de los momentos destacados del desfile fue un vestido de encaje con una abertura en el escote, un homenaje a la icónica Jane Birkin, acompañado de uno de los inconfundibles bolsos de mimbre de Kors. Además, nos sorprendió con la versatilidad de los coulottes y una impecable blazer negra oversize, que dieron un toque informal a los elegantes naked dress de encaje.
El desfile al aire libre, en un día en el que las lluvias amenazaban, pareció gozar de la protección de fuerzas superiores. Tal vez, como se rumorea, Kors hizo un trato con un chamán meteorológico de la zona. O quizás fue el favor de sus musas, o el de su madre. Sea como sea, Michael Kors nos regaló una experiencia inolvidable, combinando moda y emoción en un entorno verdaderamente especial.
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